Lo aprendí de ti.
Luchar y callar.
Intentarlo y no decirlo.
Sufrir y ocultarlo.
Para fracasar en secreto.
Para vencer y sorprender.
Y desarmar.
Creciste rápido, siempre me pregunto qué te hizo abandonar la infancia.
Yo he tenido que aprender.
Y tú has sido quien me lo ha enseñado todo.
Pero yo no me he corrompido.
Por eso nunca seremos iguales.
Por eso tus labios están colmados de ceniza.
Por eso yo aún canto en los amaneceres.
M. Tulliver.
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