Portazo.
Le tiemblan las piernas.
También los brazos.
Las sacudidas le entorpecen.
Se deja caer en el suelo de madera y se quita el abrigo. Se muere de calor y de frío a la vez.
Más temblores.
Un fogonazo de luz y la habitación desaparece. Está en un prado oscuro. Tiene las manos húmedas.
Un nuevo fogonazo y reaparece en la habitación.
El flashback le asusta. Teme estar perdiendo la cabeza.
Más luz. Está cavando con las manos en la tierra mojada. Tiene rotas varias uñas. Le duelen. Por la cara le resbala sudor, lágrimas, mocos y sangre.
Luz. Se incorpora del suelo y atraviesa el pasillo hasta el baño. El espejo es pequeño y está sucio, pero puede ver el aspecto lamentable que presenta.
Temblores. El dolor agudo de las manos, los brazos, la pierna derecha y la espalda le perfora sin piedad.
Cuando gira la llave del grifo, los azulejos blancos llenos de mugre en los que fija la mirada se desvanecen.
Está sudando mucho bajo el anorak de plumas. No pensó que aquello fuera a cansar tanto. Empieza a lloviznar y se desespera bajo el embarazoso abrigo que coarta sus movimientos. Ya queda poco.
El grifo reaparece. Las tuberías hacen un ruido ruinoso mientras sale agua ardiendo. Mete las doloridas manos bajo el chorro y maldice. La pila se tiñe de rojo. Agarra con rabia el áspero jabón y se frota meticulosamente cada centímetro de las manos. Parece un cirujano antes de entrar a quirófano.
Fogonazo. Tiene los brazos cerrados. Algo se revuelve entre ellos con fuerza. Casi consigue soltarse. Pero él junta más los brazos. Suena un desagradable chasquido. Llega la calma y puede relajar los músculos.
Luz. Se está escaldando las manos, pero no le importa, el agua es demasiado agradable para parar. Se saca la camiseta por la cabeza de un tirón violento. Se pasa el jabón por el pecho y el abdomen con rabia, se enjabona cada centímetro del tórax y la espalda. Sienta demasiado bien. Se arranca el resto de la ropa y continúa.
Pestañea y vuelve al prado. Los ojos inertes le miran sin ver.
Fogonazo. Se está aclarando todo el cuerpo en el pequeño lavabo y está inundando el suelo. Más agua caliente. Vapor. La piel se le pone roja, los marcados músculos brillan jabonosos. Casi puede sentir los capilares dilatándose, confiados por el calor.
Luz. El cuerpo pesa mucho, lo lleva a la espalda descuidadamente, se le escurre, le golpea penosamente.
Destello. El pequeño baño cochambroso es una nube de vapor. Ya se ha limpiado el cuerpo, pero aquello no basta. No, no es suficiente. Si por lo menos parasen los flashbacks, podría...
Luz. El cuerpo se cae, se golpea con fuerza contra la hierba. Llueve.
De nuevo en el baño. Una cuchilla de afeitar. Se rasura la cara. También el pecho. Luego decide no dejarse ni un pelo en todo el cuerpo. El de la cabeza es demasiado tupido, se resiste. Pero no insiste, ya se ha dado cuenta de que tampoco eso basta. No, no es suficiente.
El prado. Paladas chorreando barro. El cuerpo desaparece en la fosa. Suda, le duele la espalda.
Fogonazo. Necesita purificarse. Más aún. No basta con limpiarse y afeitarse, la suciedad está dentro. Dentro de sus venas. Primero rasga un poco el dorso de la mano. Unas gotas rojas se deslizan. Usa una mano como paleta y la otra como pincel.
Destello. Está aplanando el terreno. El hoyo no era muy profundo. Teme que lleguen perros y remuevan el descanso del muerto. Ya no hay tiempo para cavar de nuevo.
Reaparece el mensaje en el espejo. Las letras rojas son claras. Unas coordenadas geográficas exactas. Que lo encuentren, cuando amanezca ya no importará.
Luz. Está huyendo. Desciende por la falda de la montaña atropelladamente. Se tropieza y se cae. Rueda colina abajo. Ojalá se diera con una roca y acabase el calvario.
Rojo. Mucho rojo. Rojo que mana sin cesar. Corazón acelerado que acelera el sangrado.
Más rojo. Parece que nunca va a terminar.
Termina. Ya se ha purificado.
Se queda frío y blanco.
Ella lo encuentra horas después, cuando ya ha amanecido. Le parece nieve recién caída.
Le besa la frente.
Es mejor así.
Levanta la mirada en busca de algo con lo que cubrir la nieve virgen, como si los muertos conservasen el pudor. Entonces ve el espejo.
Las letras son tan claras que duelen. Las coordenadas, también.
Grita.
Corre.
Portazo.
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