A veces digo que me fui por el precariado, porque España me duele y creo merecer más.
A veces digo que me fui porque quería ser cardióloga y eso en Madrid era casi imposible.
A veces digo que me fui porque mi padre me hizo la guerra de guerrillas año tras año hasta que cedí y me apunté a clases de alemán.
A veces digo que me fui porque no me quise despedir del Elba.
A veces digo que me fui porque me había costado tanto aprender el idioma que tenía que sacarle partido.
A veces digo que me fui porque me enamoré de un alemán.
Y, si bien todo esto es cierto, la realidad es que me fui simplemente porque quise irme. Aunque ni yo misma sepa por qué.
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