Look what it's done to your friends, their memories are pretend and the last thing that they want is for the feeling to end.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Sebastián.

Sebastián llegó del pasado, como ocurre siempre con las mejores historias; llegó con sus ojos negros y su porte de príncipe heredero. Jamás habría podido olvidar el sonido de su sonrisa, que solo yo podía oír y que me transportaba a lugares deshabitados del alma.
De nuevo, como solía ocurrirnos, no pudimos hablar, la maldición que alguien había escrito con sangre era más fuerte que mis ganas de oír su voz o tal vez las suyas de oír la mía. Pero no me importó, me contenté con contemplar su nuca morena e intuir desde detrás su fino rostro abrigado por una barba oscura y cerrada.
Tampoco esa vez pude comprobar cómo sonaba su risa (la que todo el mundo puede oír) y si sonaba distinta a su sonrisa (esa que solo yo oía), pero tuve la certeza de que volveríamos a vernos cuando fuera el momento adecuado.

Cajas.

Cada día pienso en ti, no puedo evitarlo. Te me apareces en momentos inesperados en forma de recuerdos dulces, muy dulces, y también en forma de recuerdos tristes y amargos. Cada día recojo los recuerdos y los contemplo brevemente, los doblo con cuidado y los guardo en carpetas muy ordenadas. 
Poco a poco voy llenando las carpetas de colores y metiéndolas en cajas de cartón rugoso. Poco a poco voy subiendo las cajas al altillo del armario, donde guardo el pasado que no ha de volver. Poco a poco me voy contando una historia a mí misma, me cuento nuestra historia y la elaboro, la hilo, aprendo de ella, la guardo.
Nada ha sido en vano, contigo lo aprendí todo y eso no voy a perderlo. Es solo que ahora ha llegado el momento de aprender sola, aunque al principio duela y me sienta tentada a sacar nuestras cajas del armario.
No me torturo, es normal que piense en ti y también es normal que a ratos me mate, pero cada vez esos ratos son más cortos y cada vez duelen menos.
Aún quedan cosas por clasificar, pero no hay prisa, todo llegará a su debido tiempo.

martes, 13 de septiembre de 2016

Tomorrow will be wonderful, I'll drive my little car.

Every morning she finds her feelings all over the place. Just lying there, motionless. Wet and pathetic. Every morning she picks them up and tidies them up nicely. She dries them with an old hairdryer and arranges them very carefully in a small pile.
Every morning, those same feelings crumble.
She devotes a whole second to admire the disaster.
Then she rushes out. She's late for class.
She drives her little car.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Certeza

Quien dice que las dudas matan nunca ha tenido que vivir con una certeza.
Una certeza espinosa, sangrante, concreta como un muro de hormigón, pesada como un muerto.
Yo llevo mi certeza a cuestas camino al Gólgota sin llegar nunca. No soy hija de ningún dios y ninguna muerte me socorre (menos aún, una resurrección).
Mi certeza es que, si bien nuestro tiempo juntos fue el mejor de mi vida, este ha terminado para siempre y no va a volver jamás. No tengo dudas. Simplemente lo sé.
Pero la certeza me vive en el pecho, me parasita, me asfixia, me produce una extrañeza familiar.
Duele cada minuto, cada segundo, y no hay consuelo posible. 
La certeza siempre pesa lo mismo.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Querido Mattia:
Tenía miedo. El camino era cada vez más oscuro y cuesta abajo, por mucho que intentara mirar hacia atrás, no lograba ver de dónde venía. La senda soleada que recordaba en mis sueños estaba demasiado lejos, me di cuenta de que nunca iba a poder volver. Así que eché a correr hacia delante con todas mis fuerzas. Me tropecé y rodé ladera abajo, clavándome palos y piedras, cayendo sin control. Grité con todas mis fuerzas, no solo por el miedo del momento, sino también por todo el miedo que había ido guardando muy apretado en el fondo del pecho, detrás del ventrículo izquierdo, ese que fingía que no existía.
La caída terminó antes de lo que esperaba, aterricé en un lecho de hierba blanda que poco pudo hacer por amortiguar la violencia de la caída. No te voy a mentir, tardé en levantarme. Me dolían todos los huesos, tenía todo el cuerpo lacerado, llegué a pensar que no iba a poder andar nunca más. Pero entonces amaneció. Sí, como lo oyes, salió el sol.
La verdad es que me levanté esperando haber regresado a la senda bañada por luz dorada que tanto echaba de menos. Imagina mi decepción cuando me encontré en un lugar desconocido, hermoso, sin duda, pero también totalmente nuevo. Todas las heridas de la caída me empezaron a doler de golpe; lo curioso es que las peores estaban en los lugares más insospechados, esos que jamás pensé que fueran a dolerme. Supe que la senda soleada que recordaba había quedado atrás y no volvería, que por mucho que escalara de vuelta, cuando llegara, no iba a estar. Esta certeza me llenó los ojos de lágrimas y el pecho de alquitrán negro y opresivo.
Y aquí sigo, explorando mi nuevo camino. Despacio, eso sí, porque aunque a ratos pretendo olvidar que estoy herida, el dolor me lo recuerda constantemente. Puede que ya no esté en ese horrible camino oscuro lleno de susurros macabros, pero a veces en sueños creo haber vuelto o peor, estar paseando plácidamente por el sendero soleado.
Pero, como te decía, sigo viva. Aunque cada latido duela.
Siempre tuya, 

Farfalla.