Look what it's done to your friends, their memories are pretend and the last thing that they want is for the feeling to end.

lunes, 26 de agosto de 2013

Trenes.

A veces al maquinista le costaba saber en qué tren estaba en cada momento. Durante un breve lapso de tiempo aguantaba la respiración y dudaba, pero le bastaba con acariciar la palanca del freno para saber que estaba en su tren real, el que iba cargado de pasajeros con rumbo al mar. Sin embargo, a veces se sorprendía conduciendo otro tren, un tren vacío y desprovisto de aristas que se deslizaba campo a través, por un sendero inexistente que nunca había estado surcado por vías férreas. Este tren era el tren de sus sueños, un tren sinuoso que no podía ser detenido y que no se dirigía al mar, siempre regresaba al interior, aunque nunca llegaba a la meseta.
Una noche, el maquinista volvió a encontrarse sentado a los mandos de su tren de los sueños. Sabía que estaba dormido porque la luz que bañaba la cabina era demasiado brillante para ser la de la costa y sentía el fluir armonioso de las ruedas directamente sobre la tierra. Se sintió en paz en la soledad de aquel tren sin pasajeros que avanzaba veloz hacia la meseta inalcanzable. Por primera vez, el viento silbaba a ambos lados de la locomotora, pero el maquinista no se sorprendió.
El tren volaba raudo y el maquinista sintió vértigo, como si fuese a caer de la cama y despertar en el frío suelo de su dormitorio, lejos de cualquier estación de ferrocarril. El vértigo se le acumuló en la boca del estómago y, en un acto reflejo, dirigió la mano derecha a la palanca de freno que sabía que no tenía su tren de los sueños. La mano del maquinista alcanzó la desgastada palanca de su tren real casi al tiempo que descubría el mar en el horizonte.
No estaba en su tren de los sueños y tampoco se acercaba asintóticamente a la meseta; aquel tren real se dirigía a la costa. El maquinista pudo sentir en la piel cada una de las aristas de aquellos vagones reales llenos de pasajeros, pero cuando, ahogado por el súbito pavor de saberse despierto, quiso tirar de la palanca hasta arrancarla, descubrió que ya no había frenos ni vías.
Estaba de nuevo en su tren de los sueños, aunque aquella vez los vagones iban llenos y sí que habría de alcanzar la meseta.